Hay una pieza común y corriente, al fondo se aprecia un televisor encendido que grita colores y formas.
El protagonista toma el teléfono, disca los números y espera que contesten con esa típica cara extraña que tienen los protagonistas del cine-arte ucraniano, húngaro o soviético en general. Películas extrañas, con escenas que no sabes si van a terminar en sexo u homicidio.
El protagonista comienza a hablar animadamente, del otro lado se ve una chica eslava. Ambos conversan entusiastas pero tímidos, el audio no se entiende un carajo y los subtítulos menos, pero se nota que hay onda, el lenguaje del amor es universal.
La escena no es de una película soviética, ni nada parecido. Ni si quiera es una película, la escena es en Chile señores, acá mismito, en Santiago, pero hace 15 años atrás, cuando los púberes no tenían celulares y llamar a la casa era un acto heroico de valentía y honestidad islámica.
Llamar por teléfono, por Teléfono era algo excepcional. Porque cuando llamabas a alguien a la casa te exponías a todo, cualquiera te podía contestar y poner en un aprieto, descubriendo que llamas para celar a la más joven del hogar.
Recuerdo las palabras de un amigo; “si quieres decirle algo importante tienes que llamar a la casa, el celular es para temas casuales, cosas básicas, a parte, es muy caro”.
Habían cosas extrañas, propias de llamar por teléfono, como el viejo que sin saber quién eres, te retaba por la forma como empezabas la frase:
“…Joven, usted tiene que saludar como corresponde cuando llama por teléfono, porque…usted está llamando y yo no sé quién es, pero aun así, de alguna forma usted está entrando en mi casa y debe presentarse como tal…”
La señora histérica que desconociendo toda lógica, pensaba que todo el MUNDO conocía las reglas de su hogar:
“-…Aló, ¿está Vicente?- sí claro, y está al lado de su teléfono, llámalo ahí por favor, para algo le pusimos línea propia, adiós.”
También era un clásico que se cruzaran las líneas y alguna pobla buscara su hijo pródigo guarecido en tu casa:
“-…Aló, negro, está el Richarts?-, perdón, Richard…no, está equivocado.”
“-…Aló, con el Richi porfa…- no, aquí no hay ningún Richard.
Había códigos para llamar por teléfono, porque no podías llamar a ciertas horas. Un día de semana el teléfono no podía pasar de las 10 de la noche.
Incluso había horarios para llamar; un domingo a las 3 pm… una locura, quién cresta se atreve a interrumpir la comida familiar a esa hora.
Un sábado a las 10 am? y exponerse que te conteste el viejo en bata? Jamás, porque si bien, al tipo no lo veías en bata, el audio, el tono y estilo de la voz del señor te hacían SENTIR que estaba en bata, y que tú lo estabas jodiendo.
¿Un telefonazo a las 12 un día de semana? Eso era algo de temer, generalmente significaba muerte, o alguna mala noticia.
Ahora todo se ha reducido a los teléfonos propios, a la red fija solo se llama en la pega y es algo así como propio de oficinas o ferreterías.
Todo se ha simplificado, o complicado, depende cómo se vea. Pero al teléfono ya no se llama.
Mientras pienso estas cosas, la película soviética avanza mezclando los dos únicos desenlaces, el joven ha tenido sexo con la eslava y ahora la está matando, una mierda de película.
Tomo mi teléfono, me llegó un WatsApp. Hay carrete a las 10, en la casa del Nacho.
-Rodrigo Fadic-