Corría ágil como gacela en un prado abierto, arriba de la trotadora, cuando de repente la música se desconecta abruptamente, mi trance espiritual-deportivo se acaba de un suácate y me veo trotando como embarazada en el maldito gym. Por culpa del movimiento de la máquina, mi teléfono se calló y al rebotar en la huincha trotadora voló por los aires, por los suelos en verdad.
Apago la máquina trotadora para Hamsters gigantes y veo que mi comunicador yace desparramado por todas partes, con una mezcla de sudor y vergüenza empiezo a buscar sus partes, pero la batería no aparece. Nada que hacer.
Sin batería. Tan SmartPhone que era la wea, pero cagó igual, así que me voy para la casa Sin teléfono.
Agarro el Nokia antiguo que tenía, como del 2004 pero que parece del 78 y le inserto el chip, la batería y toda la payasada. Mientras lo estoy vendando con un elástico, porque la batería nórdica se hinchó -quien sabe por qué- me pongo a pensar en lo ordinario que es este ladrillo, pero lo simple que era de usar.
La batería, hinchada y todo, dura como 4 días sin cargar, mucho más que las 6 horas del teléfono que inventó el finao Jobs.
Camino al trabajo me pongo a pensar en el WathSapp, en la App, en el Foursquare, el Chek in, el mail que me van a mandar y que tengo que revisar en la micro, y que ya no tengo que preocuparme de la batería, solo de llamar o de que me llamen.
Luego la epifanía comunista, anti sistémica me llevó a un recuerdo mucho más antiguo, en la época en la que no había celulares a disposición de la gente normal y todo se hacía por “Teléfono”, el que llamamos Red Fija, tan solo hace unos 15 años atrás.
Recuerdo tan extraño y que en perspectiva parece añejo, descontextualizado, como una escena de una película ucraniana en la fría administración de la URSS.
Pero eso, lo escribo más adelante, porque ahora tengo que hacer todas las cosas que no hice con mi Mobile.
-Rodrigo Fadic-
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