«Se buscan hombres para viaje peligroso. Sueldo escaso. Frío extremo. Largos meses de completa oscuridad. Peligro constante. No se asegura el regreso. Honor y reconocimiento en caso de éxito.»
Esto fue lo que dijo Ernest Shackleton en 1907 para reclutar a valientes voluntarios dispuestos a buscar una gran aventura sin retorno ni fama asegurada al recóndito rincón de la Antártica.
Algo así fue lo que le dijo Andrés a sus amigos, muchísimo menos inspirador, pero bueno , algo así.
-«Weon me pasaron un dato brutal, me están ofreciendo una mano alucinante pa’l sur, un montón de marihuana a precio de huevo. Solo necesitamos un toco y 2 locos que me apañen pa ir a buscarla. «- Dijo una noche de sábado, ya totalmente tuerto producto del exceso de alcohol.
Se había corrido la voz de una mano increíble en la Sexta Región, hacia el interior de Chimbarongo. Unos huasos psicotrópicos estaban haciendo una versión hardcore de Skunk y el precio era muy conveniente.
Necesitaba reclutar un par de valientes que estuvieran dispuestos a ir a buscar un cargamento de marihuana altamente drogador, pasando más de 160 kilómetros por una carretera infernal llena de policías, aduanas y el miedo constante de ser detenido con una cuantiosa cantidad de droga ilícita.
El monto de la inversión era peligroso, increíble y nuevamente peligroso. La mano era de 2 millones de pesos. Los huasos no vendían menos. Era todo el jackpot. Un All- in. Meter todos los huevos en la canasta. No dejar morir el cogote del pavo. Apostar a ganador. La convicción entonces fue que había que ir matar o morir.
Sin embargo, luego de toda una noche regada con litrares de vino, cerveza, piscolas, algo de cerveza y más vino, Andrés no fue capaz de convencer ni obligar, ni amenazar a ninguno de sus amigos para ir a buscar el cargamento de marihuana. Él era un pésimo orador. Y todos sus amigos lo sabían hace unos 15 años, desde que estaban en el colegio y fue incapaz de abstenerse de llegar sumamente borracho a la primera reunión de la Comunidad Cristiana, una vergonzosa experiencia donde todos los amigos debían compartir con señoritas muy vírgenes y pechoñas.
Pensar en la posibilidad de perder una mano así era más fuerte que el dolor de cabeza. Él sabía que era peligroso cruzar la carretera con un cargamento altamente ilegal, pero también sentía que era peligroso perderse una oportunidad como esa. Recién egresado de su carrera y con todo un verano por delante, totalmente desabastecido de sus porritos. Aparte, ¿quién se fuma 2 millones de pesos en marihuana? Era una locura, eso significaba que tendría mucho y aparte podría vender, y así recuperar la inversión con creces. Ni el mejor de los economistas chilenos lo podría haber vaticinado mejor, era negocio redondo para la mente y el bolsillo.
Se puso a pensar a cuántas personas conocía, pero nada. Nadie con vigor, ni sangre en las venas.
Aún más desolado fue al baño a pasar su desazón y horrible caña cuando miró por la ventana. Ahí estaba la solución a sus problemas. El Raúl. Ese vecino de toda la vida. Un tipo loquísimo y quizás aún más peligroso que él.
Levantó la ventana y la hizo corta:
«Ehh!…Iggy Pop, acá Raúl!!!…. vicino… Oye tengo una mano cuática… ¿apañas a buscarla? Nos vamos a medias…»
Sin más que decir, Raúl y Andrés partieron esa misma mañana dirección a Chimbarongo.
-Oye huevón cómo es la cosa, mira que cuando me hablaste me había fumado algo recién y no te puse mucha atención, ¿dónde vive tu prima?- dijo Raúl con una colilla en las manos y los ojos fuera de su cavidad craneana.
-Qué prima pelao, vamos a buscar una carga, 2 palitroques de palta- dijo Andrés con una carcajada que tronó el aire mientras terminaba su cuarta cerveza.
-Chucha, la dura, ¿y vamos en auto? ¿Eso no es como peligroso? Deja de tomar entonces…
-Si nos pillan con 2 millones de marihuana, ¿tú creís que les va a importar que esté tomando?
-No huevón, puta tení razón…. Igual me cagaste, ahora me puse súper nervioso.
Dijo Raúl con medio ojo abierto y con el otro tratando de enfocar a Andrés que ya superaba los 130 kilómetros por hora.
Llegaron a Chimbarongo sin mayores problemas y contactaron a los huasos psicodélicos, quienes de manera muy profesional, se encargaron de cobrar y cargar el auto con la mercadería correspondiente.
El problema solo comenzaría con el delito ya en el auto de Andrés.
20 minutos de vuelta a Santiago y la cosa no se veía bien. El ácido de Raúl hizo su efecto más devastador. El pito de la mañana dejó de lado su efecto para abrirle las puertas a la locura desaforada de la paranoia.
-Viejo estoy muy nervioso, no puedo dejar de pensar en la merca, en la mota, los porritos, es que 2 millones, y qué pasa si nos agarran los verdes con mil kilos de verde, ¿!¡ah!?, ¡¡AHHA!!- Decía Raúl mirando el parabrisas y el asiento trasero.
Conversaba con la angustia, miraba de reojo las cuatro esquinas del auto sudando como cerdo y salivando a cada momento.
-Cállate mamón, si nos paran digo que llevamos la enmienda de mi tía del campo- Respondió algo alterado Andrés.
Los ojos ya se habían despegado de la cara de Raúl. La baba manchaba todas las cercanías de su cara y la angustia se tornada en terror y pánico.
-Uuuuuuuuuuuuuuuuuaaaaaaaaaaaaaahhh…esto es la enmienda del DIABLO- gritaba el copiloto mientras saltaba de su asiento pateando la guantera.
-Tranquilo, tranquilo, lo sé, yo también estoy acá. Mira tengo cervezas en la guantera, bájate un par y deja de llorar como marica.- Dijo seco y algo asustado Andrés.
La cabeza de Raúl se movía como perrito recién nacido -Buena idea, voy a poner algo de música también- El copiloto prendió la radio.
«…Pero al entrar… Estamos al lado más…De tu mano tomados más…Bien apretados…Y si no tengo…Nada que decir…Y si no tengo…Nada que cantar…»
-Dios míos cambia eso ohh porfavor!, necesitamos música para traficar drogas, no doy más de los nervios, voy a chocar a la próxima vieja que me mire raro- Comenzó a gritar Andrés, la presión y el abuso de alcohol y drogas ya se hacía presente en los muchachos.
-Ajajaj que maricón ¡aaaaaaaayaaaagggggggggg!, la cambio, ¿qué tal AC/DC?
«…Highway to Hell! I’m on the highway to Hell! No stop signs, speed limit, Nobody’s gonna slow me down…»
Sin darse cuenta Andrés y Raúl estaban corriendo a más de 150 kms por hora a las afueras de Rancagua con AC/DC al máximo de volumen, totalmente borrachos, drogados, presos de la demencia y con más de 2 millones de pesos en marihuana.
«…Regresamos con este clásico de U2 con Bono cantando como nunca antes, así que los dejo con…» decía la sexy voz de la tipa de la radio.
Raúl se percató de la presencia de la ley y se puso a gritar como loco.
-Vieeeeeeeeeeeeejooooo hay una baliza roja, ojalá que se haya muerto alguien y que sea una puñetera ambulancia. Ojalá que se esté quemando vivo un hámster y que sean los bomb… ¡ahh nooo huevon son los pacos!- Dijo llorando de angustia.
-¡Para, para!, ¡sigue, sigue!- Raúl se tomó de las greñas y comenzó a chillar y reír como loco.
Andrés, con algo más de decoro y haciendo gala de su experiencia en este tipo de circunstancias, calmó a su compañero de viajes con un par de buenos cachetazos y detuvo el auto cuando la autopista lo permitió.
La ley caminó con determinación hacia el auto.
-Jóvenes, ¿sabían que están manejando a exceso de velocidad y sin luces en la carretera?- ¿y qué es lo que llevan atrás? Gritó con la mirada el carabinero.
Pálido y sin respuesta, Andrés no sabía qué decir, hasta que sin saber por qué, se acordó de la canción que estaban escuchando y arriesgando todo en un estúpido movimiento respondió:
-A Bono- dijo abultando su papada y achicando los ojos con una mueca vergonzosa de sobriedad.
¿Abono?- Qué tipo de abono incurrió el hombre de ley.
En su mutismo intelectual y totalmente cegado por la presión del momento siguió con su mentira, pero con una pizca de verdad.
-Abono de plantas mi cabo-
-Sargento- dijo el carabinero mirando aún más serio y totalmente incrédulo.
Se dio media vuelta y llamó al cabo que lo secundaba.
-Cabo Ramírez, traiga a Coquie, necesitamos descartar que se esté trasladando cannabis sativa.
Listo, no había nada que hacer, ese tierno pastor alemán delataría a aquellos jóvenes. Tan solo era cosa de tiempo, esperar a que el can se pusiera a ladrar que estos estúpidos llevaban más de 2 millones de pesos en marihuana gritando y ladrando como loco.
<Guau- guau, los pillamos guau-grrrrr, estúpidos guau-guau grrrr, cómo son tan idiotas de ggrrrrr llevar tanta mari guau-guau!>
Sí, era verdad, y ellos lo sabían, no tenían nada más que hacer, solo esperar a que el perro ladrara y su aventura acabaría con un montón de años de cárcel.
Ni uno hablaba, solo estaban mirando al horizonte. Andrés apretaba fuertemente el volante… Raúl miraba el cielo, quizás esperando encontrar alguna solución ahí, quizás solo esperando. Porque solo era cosa de esperar los ladridos de Coquie para secarse en la cárcel.
-Joven, ¿sabe usted que necesita un permiso para transporta este tipo de sustancias? Es una modificación de la ley 20002 para evitar la confusión y el tráfico de drogas. Diríjase hasta la unidad más próxima del SAG para ponerlo en regla.- Dijo la ley.
-Acá tiene su parte por manejar sin luces en carretera y a exceso de velocidad, prosiga.-
-Gracias.- contestó Andrés
El piloto tragó el mal rato y en un estado neutro mental comenzó a manejar sin saber ni por qué ni a dónde iba.
-Raúl, ¿viste cuando los huasos nos cargaron la marihuana?-
-No huevón, ¿y tú?- Contestó Raúl a punto de llorar y probablemente defecado.
-Tampoco-
-¿Y ahora qué hacemos?-
¿Tu primo no tiene un campo cerca de Santiago? Dijo Raúl
-Sí, vamos a dejarle esta mierda, ahí nos podemos tomar unas cervezas. Aparte siempre se saca pitos.-
-Vale, vamos.-
-Rodrigo Fadic