– Tengo vasta experiencia en la confección de bastas –me dijo Leonardo Luis de rodillas mientras me miraba con una sonrisa que sostenía levemente un alfiler.
– Pero que esta vez te quede bien, ¡Mira que camino para a la oficina se me descoció y por poco no me fui de cara al suelo luego de pisarla! –le respondí.
– Eso le pasa porque anda arrastrando los pies –me dijo con tres alfileres en sus labios.
– Maldita industria de pantalones que hace modelos para gigantones del primer mundo. ¡Pantalón que me compro, pantalón que le hago basta!
– Eso es porque está muy gordito pues don Roberto y tiene que andar usando tallas más grandes. ¿No ha pensado en ir a un gimnasio? Una bicicleta le haría bien para fortalecer esas piernas de pollo que tiene.
– ¡Leonardo Luis no me provoques que tengo una reunión importante y ya estoy atrasado!
– Don Roberto, ¿Prefiere basta inglesa o basta americana? –me preguntó mientras se levantaba a buscar una huincha de medir.
– ¿Cómo que basta inglesa o americana? ¿De qué me estás hablando? –le pregunté con un pie en el aire y el otro haciendo un esfuerzo sobrehumano por mantener el equilibrio- ¡Leonardo Luis! ¡Hazme una basta decente y déjate de preguntar tonteras!
– No conozco su estilo pues don Roberto, qué quiere qué le diga si no sé cómo le gusta a usted la basta. Hay gente que le gusta la basta inglesa, mientras que a otros, les gusta la basta americana.
– ¡Que no se me vea el calcetín y que no me ande pisando el pantalón! ¡Esa es la basta que quiero!
– Usted no me está entendiendo. Si la va a usar con mocasines le recomiendo la basta americana, sino, se va a andar pisando el pantalón. Pero si usa taco alto, le recomiendo la basta inglesa, sino, va a andar mostrando el calcetín.
– ¡Hazme la basta inglesa entonces! ¡Y apúrate que tengo una reunión importante y ya estoy atrasado!
– No me grite que lo voy a terminar pinchando con el alfiler.
– Cuando se sienta, ¿Lo hace a la francesa o prefiere el estilo clásico?
– ¡¿Leonardo Luis, debes estar tomándome el pelo?! ¡Qué te importa cómo diablos me siento!
– Está muy equivocado al creer que yo le estoy tomando el pelo don Roberto. Si supiera usted lo que me ha tocado ver en el mundo de las bastas. Como le dije, tengo vasta experiencia…
– ¡Cresta Leonardo Luis! ¡Ya me pinchaste con el alfiler!
– Eso le pasa por no mantener la postura. ¿No ha pensado en ir al quiropráctico?
– ¡Estoy atrasado Leonardo Luis! ¡Por el amor de Dios termina esa basta de una vez por todas!
– Entonces, ¿En qué quedamos? ¿Prefiere la francesa o el estilo clásico?
– No tengo idea cuál es cuál, ¡Y cuidado con esa manito que la basta no comienza arriba de la rodilla!
– No se me ponga nervioso don Roberto que yo solo hago mi trabajo. Como le iba diciendo, el estilo clásico es cuando uno apoya el tobillo de un pie, en el muslo de la otra pierna. La francesa en cambio, es cuando uno cruza las piernas muslo con muslo.
– ¡¿Y qué diferencia puede haber en cómo me siento?!
– Que si no le hago la basta a la medida se le va a ver ese calcetín café que harto feo se ve con el pantalón caqui que anda trayendo pues.
– Dale con la francesa entonces ¡Y apúrate que ya se me hace tarde para la reunión!
– Dígame don Roberto, ya que no es de los que usa mocasines, que por cierto harto bien que le quedarían, cuando se anuda los cordones de los zapatos ¿Se agacha hasta el suelo o apoya el pie en un sobre nivel?
– ¡Basta Leonardo Luis! ¡Por el amor de Dios! ¡Basta!
– Pero ¿Cómo quiere qué le haga la basta si todavía no sé que basta le gusta?
-Vicente Wilson